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Mas el corazón
de Savitri replicó en la noche sombría:
“Mi fuerza me ha
sido arrebatada y entregada a la Muerte.
¿Por qué habría
de alzar mis manos a los cerrados cielos
o forcejear con
el mudo Destino inevitable
o esperar en
vano elevar una ignorante raza
que abraza su
carga y se burla de la Luz salvadora
y ve en la Mente
el único tabernáculo de sabiduría,
en su áspero
pico y en su inconsciente base
una roca de
salvación y un ancla de sueño?
¿Existe un Dios
a quien algún grito pueda conmover?
Él permanece en
paz y deja la fuerza del mortal
impotente contra
su calma Ley omnipotente
y la Inconsciencia
y las todopoderosas manos de la Muerte.
¿Qué necesidad
tengo, qué necesidad tiene Satyavan
de evitar la
negra inextricable red, la tenebrosa puerta,
o invocar una
Luz más poderosa dentro de la cerrada habitación de la vida,
una Ley más
grande dentro del pequeño mundo del hombre?
¿Por qué debería
luchar con las inflexibles leyes de la tierra
o sortear la
inevitable obra de la muerte?
Seguramente es
mejor pactar con mi destino
y seguir de
cerca tras los pasos de mi amante
y pasar a través
de la noche desde el crepúsculo al sol
cruzando el
tenebroso río que divide
las colindantes
parroquias de tierra y cielo.
Entonces
podremos permanecer abrazados pecho con pecho,
no perturbados
por el pensamiento, no perturbados por nuestros corazones,
olvidando hombre
y vida y tiempo y sus horas,
olvidando la
llamada de la eternidad, olvidando a Dios.”