15 mayo, 2021

488b Libro VII: El Libro del Yoga. Canto III: La Entrada en los Espacios Interiores.

Entonces Savitri se elevó desde el muro de su cuerpo
y se situó un palmo por encima de sí misma
y examinó las profundidades de su ser sutil
y en su corazón como en el capullo de un loto
adivinó su secreta y misteriosa alma.

En el sombrío portal de la vida interior
que bloquea fuera de nuestras profundidades a la mente corporal
y a todo cuanto vive por el aliento del cuerpo,
golpeó y empujó la puerta de ébano.

El viviente portalón crujió con gozne huraño:
pesadamente reticente quejumbrosamente inerte
contra la tiranía del toque del espíritu.

Una voz formidable gritó desde el interior:
“Atrás, criatura de la tierra, o torturada y lacerada morirás.”

Un horrible murmullo surgió cual tenebroso mar:
la Serpiente del umbral se irguió sibilante,
fatal guardián encapuchado de monstruosos anillos,
los sabuesos de la oscuridad gruñían con abiertas fauces,
troles y gnomos y duendes ceñudos observaban
y salvajes bestias rugientes estremecían la sangre con el miedo
y la amenaza musitada en una lengua peligrosa.

Imperturbable su voluntad empujó las rígidas barreras:
la puerta se abrió de par en par con un chirrido de protesta,
los Poderes adversos retiraron su espantosa guardia;
su ser entró en los mundos interiores.

En un estrecho pasaje, puerta del subconsciente,
respiraba con dificultad y dolor y se esforzaba
para encontrar el ser interior oculto en el sentido.

En una densidad de Materia sutil compactada,
una cavidad colmada con una ciega masa de poder,
una oposición de engañosos fulgores,
una gruesa barrera de mirada ciega,
Savitri forzó su camino a través del cuerpo hacia el alma.