Estuvieron con el equipaje preparado y listas para abandonar el alojamiento antes de ir a visitar a Panditji por la mañana. De nuevo hacía un día delicioso. Roslyn escogió en el bazar algunas flores para Panditji y dulces para su hija y su esposa. Cuando llegaron a la casa, su esposa e hija las esperaban en el porche para recibirlas. Bliss les ofreció una canturreante sonora sonrisa. Roslyn les entregó los dulces. La hija de Panditji pareció muy complacida y tomó a Bliss y desapareció con ella. La esposa de Panditji introdujo a Roslyn en el interior de la casa indicándole con gestos que debía permanecer silenciosa. Panditji estaba sentado en su sala de meditación. Había un resplandor de lámparas de manteca y olor a incienso. Su espalda enfrentaba la puerta abierta de la terraza. Había una pequeña estera de bambú al lado de uno de los grandes pilares de la terraza. Le indicó mediante gestos a Roslyn que se sentara, así que se sentó con las piernas cruzadas sobre la estera.Roslyn se sentó apoyándose contra el pilar, preguntándose qué estaba haciendo allí, aunque era un lugar bastante agradable. Había una gran foto de la Madre a un lado de la puerta de la habitación en donde Panditji estaba sentado y una gran foto de Sri Aurobindo al otro lado de la puerta. Encima de la puerta había una foto del gurú de Panditji, una especie de swami muy obeso con un aura resplandeciente que de alguna forma el fotógrafo había incluido en la foto. Aparte de la luz que parecía emanar de Él en la foto, el gurú de Panditji parecía más gordo que cualquier otro indio que Roslyn hubiera visto jamás. Cada una de esas fotografías tenía flores frescas cada día. Panditji parecía tomar flores del montón a su derecha y, tras retirar las flores del día anterior de cada uno de los objetos, recitaba un mantra y ponía flores frescas. Luego derramaba agua sobre las cosas todo el tiempo cantando mantras que eran casi inaudibles, como el sordo murmullo del agua corriente, excepto ocasionalmente, como cuando hacía sonar una campanilla, o decía un mantra que Roslyn casi podía escucharle, y luego de nuevo el murmullo.Estaba realmente aburrida allí sentada. No quería ser descortés, así que permaneció donde estaba. En cualquier caso no había realmente nada más que pudiera pensar o hacer en aquel momento. Era muy tranquilo y apacible y el patio estaba inundado de sol. De repente fue como si una nube o una limitación en su interior se fundiera como hielo al sol; todo su ser se sintió repentinamente liberado y oleadas de dicha tan dulces como las cálidas olas de la playa la colmaron. Se sintió más confusa que nunca. Panditji finalizó su meditación y salió de la habitación. Puso polvo sobre su frente y le indicó mediante señas que debía hacer un cuenco con su mano. Derramó un poco de agua en esta copa con rendijas y ella la bebió. Tenía el dulzor de especias y de hierbas. Él explicó: —Esta agua era usada en el ritual para lavar simbólicamente los pies de la Madre Divina. La Diosa.Regresó a la habitación donde practicaba su culto y le entregó dos bananas, una para ella y otra para Bliss.Ella le dio las gracias y continuó diciéndole que había tenido una experiencia mientras estaba allí sentada. Él la miró y sonrió. —Sí, sí, lo sé. No tienes que hacer el trabajo que te encomendé. Yo lo haré por ti. ¿Tienes el trozo de papel?Ella le entregó el pedazo de papel.Él la invitó a visitarle al regreso de Ceilán.Ella no veía el momento de volverlo a ver de nuevo.Tomó a Bliss, recogió su bolsa y se dirigió al muelle para embarcar.
El presente fragmento pertenece a la novela autobiográfica "Antítesis del Yoga" de la auroviliana Jocelyn que constituye un bella introducción al mundo de la Madre en Pondicherry y puede ser descargada libremente en la página Antítesis del Yoga de Jocelyn (Novela).