22 diciembre, 2017

​ Encontrar al Divino IV

Esa otra vía consiste en la concentración en la cabeza, en el centro mental. Ello, si lleva aparejado el silencio de la mente superficial, produce en el interior la apertura de una mente íntima, más amplia, más profunda, más capaz de recibir la experiencia y el conocimiento espirituales. Pero una vez concentrado aquí uno debe abrir la silenciosa consciencia mental hacia arriba a todo aquello que está más allá de la mente. Pasado un tiempo uno siente elevarse la consciencia y finalmente ir más allá de la cubierta que durante tanto tiempo la ha tenido sujeta al cuerpo y encuentra un centro por encima de la cabeza en donde es liberada en el interior del Infinito. Allí comienza a entrar en contacto con el Yo universal, la Paz, la Luz, el Poder, el Conocimiento, el Gozo divinos, a entrar dentro de ello y a convertirse en ello, a sentir el descenso de esas cosas al interior de la naturaleza. Concentrarse en la cabeza con la aspiración a la quietud en la mente y a la realización del Yo y del Divino en lo alto es la segunda vía de concentración. Es importante, sin embargo, recordar que la concentración de la consciencia en la cabeza es tan sólo una preparación para su elevación al centro que está por encima; de otra forma, uno puede quedar encerrado en su propia mente y sus experiencias o en el mejor de los casos alcanzar únicamente un reflejo de la Verdad superior en lugar de introducirse dentro de la trascendencia espiritual para vivir allí. Para algunos es más fácil la concentración en la mente, para otros la concentración en el centro del corazón; algunos son capaces de practicar ambas alternativamente –pero lo más deseable, si uno puede hacerlo, es comenzar por el centro cardiaco.
(continuará)
Sri Aurobindo. Cartas sobre el yoga.