16 marzo, 2020

477 Libro VII: El Libro del Yoga. Canto II: La Parábola de la Búsqueda del Alma.


Junto a su predestinado marido Savitri permanecía sentada,
todavía en la rigidez de su dorada pose inmóvil,
estatua de fuego del sol interior.

En la oscura noche la furia de la tormenta discurría,
el trueno restallaba sobre ella, la lluvia siseaba,
su millón de gotas repiqueteaban sobre el techo.

Impasible en medio de la agitación y del grito,
testigo de los pensamientos de la mente, de los talantes de la vida,
miró dentro de sí y buscó su alma.

Un sueño le desveló el pasado cósmico,
la secreta semilla y los místicos orígenes,
los sombríos comienzos del destino del mundo:
una lámpara simbólica poniendo luz en la oculta verdad
configuró para ella el significado del cosmos.

En el indeterminado amorfismo* del Yo*
la creación emprendió sus primeros pasos misteriosos,
de la forma del cuerpo hizo un hogar para el alma
y la Materia aprendió a pensar y la persona creció:
vio el Espacio poblado con semillas de vida
y vio la humana criatura nacida en el Tiempo.

Al principio apareció una tenue semi-neutra marea
del ser emergiendo desde la infinita Nada:
una consciencia miró a la inconsciente Vastedad
y placer y dolor despertaron en el insensible Vacío.

Todo era la acción de una ciega Energía Cósmica:
trabajaba inconsciente de sus propias proezas,
conformando desde lo Inane* un universo.

En seres fragmentarios crecía consciente:
un caos de pequeñas sensibilidades
reunidas alrededor de la cabeza de punta-de-alfiler de un pequeño ego;
en ella* una sensible criatura encontró su equilibrio,
se movía y respiraba una viva, pensante entidad.

En un oscuro océano de vida subconsciente
despertaba una amorfa consciencia de superficie:
una corriente de pensamientos y sentimientos avanzaba y refluía,
espuma de memorias que fraguaba y devenía
vivaz corteza de habituales sentido y pensamiento,
sede de una viviente personalidad
y hábitos recurrentes que imitaban permanencia.

La mente naciente elaboraba una forma mudable,
construía una inestable casa en arenas movedizas,
una isla flotante sobre un insondable mar.

Por este milagro un ser consciente fue construido;
miraba alrededor de éste su dificultoso campo
sobre la verde tierra de peligro y maravilla;
esperaba sobrevivir en un cuerpo efímero
confiando en la falsa eternidad de la Materia.

Percibía una divinidad en su frágil casa;
veía azules cielos, soñaba inmortalidad.
  
Notas:
amorfismo: ausencia de forma.
del Yo: de Aquello de lo cual todo procede más allá del tiempo y del espacio.
Inane: Vacuo, inexistente.
en ella: en la cabeza de punta-de-alfiler.