15 mayo, 2019

Libro VII: El Libro del Yoga. Canto I: La Alegría de la Unión; la Ordalía del Conocimiento Previo de la Muerte. [469]


Los momentos discurrían raudos e implacables; alarmados
sus pensamientos, su mente recordaba la fecha de Narad.

Temblorosa desasosegada contable de sus riquezas,
calculaba los insuficientes días que restaban:
una terrible expectación laceraba su pecho;
horrible para ella era el paso de las horas:
la angustia llegaba, apasionada extranjera a su puerta:
desvanecida mientras en sus brazos, del sueño
surgía cada mañana mirándola a la cara.

Vanamente se refugiaba en abismos de gozo
de la persecución de un final que conocía.

Cuanto más se anegaba en el amor esa angustia crecía;
su pesar más profundo surgía tras las más dulces vorágines.

La remembranza era un punzante dolor, sentía
cada día una hoja dorada cruelmente arrancada
de su demasiado delgado libro de amor y de gozo.

Así meciéndose en intensas ráfagas de felicidad
y bañándose en sombrías olas de presentimiento
y alimentando la tristeza y el terror con su corazón, —
pues ahora se sentaban entre los huéspedes de su pecho
o en su cámara interior caminaban aparte, —
sus ojos miraban sin ver luz en la noche del futuro.

Desde su separado yo miraba y veía,
[al pasar entre los inconscientes rostros amados,
para la mente una extraña aunque tan próxima para el corazón],
al ignorante mundo sonriente seguir felizmente
su camino hacia un desconocido destino
y se asombraba de las despreocupadas vidas de los hombres.

En diferentes mundos caminaban, aunque tan próximos,
ellos confiados del sol que regresa,
arropados en las pequeñas esperanzas y tareas de cada hora, —
ella en su terrible conocimiento sola.