La Voz replicó:
“¿Es eso suficiente, oh espíritu?
¿Y qué dirá tu
alma cuando despierte y sepa
del trabajo
dejado sin hacer para el cual vino?
¿O es esto todo
para tu ser nacido en la tierra
misionado con un
mandato de la eternidad,
oyente de las
voces de los años,
seguidor de las
huellas de los dioses,
pasar y dejar
inalteradas las viejas leyes polvorientas?
¿No habrá nuevas
tablas, ni nueva Palabra,
ni una mayor luz
descenderá sobre la tierra
liberándola de
su inconsciencia,
al espíritu del
hombre de su inmutable Destino?
¿No descendiste
para abrir las puertas del Destino,
las puertas de
hierro que parecían cerradas para siempre,
y conducir al
hombre a la amplia y dorada vía de la Verdad
que discurre a
través de las cosas finitas hacia la eternidad?
¿Es entonces
éste el relato que debo hacer,
mi cabeza
agachada por la vergüenza delante del sitial del Eterno, —
su propio poder
que en tu cuerpo encendió fracasado,
su trabajadora
de regreso, su tarea sin hacer?”
Entonces el
corazón de Savitri cayó en la mudez, sin pronunciar palabra.